En
Alcázar de San Juan a 7 de junio de 2015
Estimado hijo:
Estimado hijo:
Este
soy yo, un
pobre mendigo de 17 años que se buscaba la vida trabajando por unas cuantas
migajas de pan. Esta es la historia de ese mendigo que consiguió
abrirse hueco hasta la riqueza. Era un día de verano, aunque llovía
y hacía frío (debido al viento). Estaba tumbado en un banco del
parque, esperando a que alguien me ayudara. Solo tenía una manta y
unos trapos viejos que no me quitaban la mas mínima sensación de
frío. A lo lejos se escuchaba el ruidoso transito de tráfico en
hora punta. Yo era uno de eso chicos con una mente ambiciosa y
creativa, pero nadie me quería ayudar y más aun con la situación
económica actual. Después de muchos intentos (y de varios días) en
la búsqueda de trabajo , conseguí que una panadería me diera
trabajo. Por suerte, el panadero (que era muy amable y
muy buena persona), también me dio un espacio para dormir en su casa,
ya que no podía tener hijos. Pasaban los días, y el panadero al
final de cada día, me guardaba dos barras de pan y 5 euros con con
los que podía comer al día siguiente. Pero, a pesar de la generosidad
de el panadero, yo creía que tenia que recibir más, a cambio de
trabajar todo el día. Sin que el me viera, conseguía esconder 2 ó 3
barras de pan más, que luego recogía el fin de semana, que el me
dejaba libre para gastarme el dinero que me había ganado. Y así
conseguí pasar la mayor parte del verano, que por cierto no volvió a caer gota desde aquella fría noche. Pero todo cambio en el primer día de otoño. Era un día desapacible y sombrío. El cielo estaba nublado, y solo se podían ver unos cuantos rayos de sol entre las nubes. También recuerdo que ese día hacía bastante viento y las hojas (aun en sus ramas) se movían de un lado para otro. Como todos los días, el panadero me despertaba a las 6:00, para preparar las masas y preparar la tienda, y yo me bajaba con mis dos barras del día anterior y me comía media y lo demás lo dejaba para la comida y la cena. Desde hacía ya un tiempo, venia a la panadería un hombre trajeado con pinta de trabajar en oficinas. Se fijaba mucho en mi y en como trabajaba. Ese día, el panadero me pillo robando dos de las barras que se habían hecho en el horno. Se puso muy enfadado y me echo a patadas de la panadería. Después de aquello, pensé en seguir buscando trabajo, pero entonces la gente pensaría que era un ladrón y no me cogería nunca. Después de unos minutos meditando en el banco del parque y con mucho frió, el hombre trajeado salio de la panadería y me pidió que le acompañara hasta su trabajo. Me metí en un coche negro de alta gama, que parecía nuevo. De camino a su trabajo, podía ver que nos adentrábamos en el bosque urbano. Las calles estaban llenas de gente y a sus lados, enormes edificios con formas geométricas. Nos frenamos en frente de el mayor bloque de oficinas que había. Ya dentro, convenció a su jefe que le contratara como ayudante, para colocar papeles, revisar facturas... Todo ese tipo de cosas. En unos meses conseguí aprender a manejar los números y ese tipo de empresas. Debido a mi enorme esfuerzo en esos meses, el jefe me ascendió y me nombró como su secretario. Ahora tenia que trabajar mucho mas, ya que el ajetreo era mucho mayor. Después de muchos años, la empresa iba creciendo y ganando poder económico. El jefe se estaba haciendo mayor, e iba perdiendo capacidades, así que decidió que heredara la empresa. En ese momento yo tenia 27 años, y conocí a una hermosa mujer en uno de mis viajes de trabajo. Con ella me case 2 años después y te tuvimos a ti. Te escribo esta historia para que entiendas y recuerdes siempre como, desde la nada, se puede llegar a lo mas alto.
Atentamente
Alejandro Leal Castaño
Atentamente
Alejandro Leal Castaño